sábado, 2 de noviembre de 2013

La caja de Pandora

   En un tiempo increíblemente lejano, en los orígenes de la humanidad, el titán Prometeo robó el secreto del fuego a los dioses olímpicos y lo dió a los humanos, instalándose entre ellos con su hermano.
   Los dioses, enfurecidos, decidieron castigar a Prometeo dañando a la humanidad, pues Prometeo amaba a los hombres y las mujeres. En aquel tiempo, no había mal alguno en la Tierra, ya que todos estaban sellados en una caja. Zeus hizo que Hefesto moldeara en barro a una mujer, a la que Afrodita dio belleza; Atenea, sabiduría, y Hermes, dios de los viajeros y los ladrones, curiosidad. Se la enviaron a Epimeteo, hermano de Prometeo, junto con la caja que contenía todos los males y desgracias. Una mujer de grandes cualidades, junto con el objeto más peligroso de cuantos existían.
   Y la llamaron Pandora.
   Epimeteo la acogió en su casa, prohibiéndole abrir la caja. Pero ese no era el plan de los dioses, que habían dotado de una terrible y fatídica curiosidad a Pandora. Así que un día, estando sola, no pudo evitar romper el sello para saber qué ocultaba.
   Cuando abrió la caja, sufrimiento, dolor, hambre y enfermedad escaparon en todas direcciones, repartiéndose por el mundo. Pandora, asustada, cerró rápidamente la caja para intentar remediar lo que había hecho, pero sólo pudo retener una de las cosas, lo único bueno que allí había, y que todavía perdura en el corazón de los hombres.
   La esperanza.

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