jueves, 24 de abril de 2014

Alto, muy alto

   —Volar —dijo él, con la mirada perdida en el infinito de sus ojos.
   Ella respondió lo evidente (¿acaso podía responder otra cosa?).
   —Caer —contestó con sequedad.
   —Volar más alto —siguió, ahora sonriente, casi retador.
   Pero ella no se lo iba a poner tan fácil.
   —Caer desde más alto.
   Esta vez, él lo pensó un poco.
   —Volar todavía más alto—; articuló las palabras lentamente.
   —Caer desde todavía más alto —rebatió ella, exultante.
   —Volar tan alto que podamos escapar.

   Y, sin dejar tiempo a que pudiera elaborar una respuesta coherente, la besó.