—Volar —dijo él, con la mirada perdida en el infinito de sus ojos.
Ella respondió lo evidente (¿acaso podía responder otra cosa?).
—Caer —contestó con sequedad.
—Volar más alto —siguió, ahora sonriente, casi retador.
Pero ella no se lo iba a poner tan fácil.
—Caer desde más alto.
Esta vez, él lo pensó un poco.
—Volar todavía más alto—; articuló las palabras lentamente.
—Caer desde todavía más alto —rebatió ella, exultante.
—Volar tan alto que podamos escapar.
Y, sin dejar tiempo a que pudiera elaborar una respuesta coherente, la besó.
Jose vivo enamorada de tu blog
ResponderEliminarHola, Elena; muchas gracias por comentar, y gracias también por el cumplido, aunque no creo merecerlo :P
ResponderEliminarAprovecho para darle también las gracias a Phausto, por sus habituales visitas y sus ocasionales (aunque siempre bienvenidos) comentarios.
Al resto también, por seguir leyéndome aun con las desproporcionadas fluctuaciones creativas que me caracterizan.
(Maldita sea, he hablado ya mucho y esta oración no hace sino acentuar su falta de necesidad)
Un saludo pirómano desde un balcón de sexto piso :D