viernes, 30 de junio de 2017

De carreras y piruetas

“El abuelo dice que venimos a una fiesta. ¡Qué calor!”

Sed. Un sol asfixiante te recibe, pero no es el único foco de luz. Se alza frente a ti un traje de brillantes y vivos colores. 
“¡Qué bonito! Parece un emperador”

El traje empieza a moverse, extendiendo por delante algo como una vela, que se detiene frente a ti. ¡Vamos allá! Te lanzas, embistiendo a toda velocidad, pero sólo topas con aire. Notas algunos pinchazos, pero no son nada. Es un juego, ahora te tocará pinchar a ti. 
“¡Es como si estuvieran bailando! ¿Qué le pone en la espalda?”

El traje se mueve cada vez más rápido, convirtiéndose en un reluciente borrón. Ahora hay más trajes. Sigues persiguiendo la vela, la vela roja. Te vas agotando y cada vez te duelen más los pinchazos.

De pronto, sale del traje un rayo que te deslumbra. Un golpe, más fuerte, en la cabeza.

Vuelves a ver y delante de ti sólo hay rojo. Corres, corres con todas tus fuerzas, pero no lo alcanzas. 

Y entonces se acaba. 

El rayo te rasga la piel. 
Atraviesa tus músculos
y se detiene dentro, 
muy dentro de ti. 

Frío. 

Tu sangre mancha la arena. 
Mancha al público. 
Mancha sus manos. 

La niña que se mira las manos. 
Las manos manchadas de sangre. 
Los labios apretados que murmuran:
“Nunca más”. 

El traje de luces,
un faro de muerte.