miércoles, 26 de marzo de 2014

Anexo: El colgante

*Atención: El siguiente anexo es meramente informativo, y, como podrán comprobar los desdichados lectores que tengan la desgracia de leerlo, no tiene pretensiones de calidad literaria alguna. Rogamos nos disculpen, y les aseguramos que la junta de dirección considerará la posibilidad de rehacerlo de forma que sea, como mínimo, agradable a la vista. Un saludo cordial.
**Atención (de nuevo, por favor): El anexo ha sido remodelado ya, y ahora que es legible, nos atrevemos a calificarlo incluso de decente. Disculpen las posibles molestias ocasionadas por los desatinos del autor. Un segundo, pero no por ello menos cordial saludo (:
Mi cadena

   Comenzaba la primavera; corría el mes de Abril. Yo estaba persiguiendo un sueño, y en mi camino hallé algo. Dado que podía ser una pista para encontrar aquello que buscaba, lo recogí, sorprendido, y lo tomé entre mis manos con delicadeza. Allí, entre todo el ruido de la ciudad, entre un edificio y el cauce de un río, entre dos losas de un blanco casi marchito, entre dos pequeños, jóvenes brotes de una planta, estaba.
   Era un trocito de mi escurridizo sueño, que se había caído y había quedado olvidado en el suelo.
    Como quien ha encontrado un tesoro, guardé la tuerca, pensando en cuánta suerte había tenido de ser encontrada. Me dije que algo así no podía ser abandonado y que, de hecho debía estar en un lugar importante. Por eso compré una cadena de metal frío e inerte, que, con mi corazón cálido y vivo, llené de  deseos, afanes, esperanzas, quimeras, utopías e imposibles.
   La introduje a través de la tuerca y, con el propio esfuerzo de mis manos, uní los extremos y la coloqué alrededor de mi cuello. Un círculo perfecto de anhelos y fantasías, con mi sueño junto al pecho, recordándole a mi corazón por qué late. Una cadena sin principio... Ni fin.

    Y así fue como acabé llevando un pedacito de dulce felicidad alrededor del cuello.

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